Identificación de vías y caminos en la Galicia Rural

La competencia municipal en la identificación de vías.

El «BOE» núm.87, de 11 de abril de 1997, publica una Resolución conjunta de la Presidenta del Instituto Nacional de Estadística y del Director general de Cooperación Territorial, por la que se dictan instrucciones técnicas a los Ayuntamientos sobre la gestión y revisión del padrón municipal.

En el apartado IV se señala que los Ayuntamientos revisarán al menos una vez al año la relación de las entidades y núcleos de población y se establecen los criterios de revisión de las unidades poblacionales, seccionado y callejero, con un apartado relativo a la revisión de los callejeros de sección y otro sobre la rotulación del municipio, entidades de población y vías urbanas.

Son los Ayuntamientos quienes deben interesarse por mantener perfectamente identificadas sobre el terreno cada vía urbana, entidad y núcleo de población.Los nombres del municipio, entidades y núcleos de población deben figurar rotulados en sus principales accesos y además, en los núcleos, debe indicarse el nombre de la entidad de población a la que pertenece. Cada vía urbana deberá estar designada por un nombre aprobado por el Ayuntamiento de acuerdo con unos criterios preestablecidos para la numeración y colocación de rótulos, atendiendo a las particularidades de las “barriadas irregulares”.

Aún cuando no exista una ordenanza municipal específica si existe una norma superior, clara y concisa, a seguir en el procedimiento de dar nombre a las vías de un municipio.

Un proceso de rurbanización ¿inducido o espontáneo?

La parroquia rural, reconocida como entidad jurídica por el Art. 40.3 del Estatuto de Autonomía de Galicia, es un elemento básico de la estructura territorial de Galicia y se organiza en lugares, rueiros y barrios.
Desde los años 60 del siglo pasado, gran parte de los municipios próximos a las áreas económicamente más dinámicas de Galicia han conocido un proceso de presión urbanística que ha generado y consolidado nuevos núcleos colonizadores – desde un punto de vista urbanístico – de los entornos rurales.
La densidad de caminos vecinales que comunican los distintos lugares históricos de las parroquias ha favorecido, sin duda alguna, la expansión de ese poblamiento 
espontáneo próximo a los núcleos primigenios.

La presión y expansión urbanística, se asoció en sus comienzos a un modelo de segunda residencia que no tardó mucho en convertirse en residencia habitual.

A partir de los años 80 del s.XX, desde la administración local, se ha generalizado la dotación de servicios y abastecimientos de los núcleos rurales. Estas actuaciones han mejorado sin duda alguna la calidad de vida de los habitantes del rural y posiblemente ayudaron a reducir su sangría demográfica.
No debe olvidarse que una laxa interpretación y aplicación de las normas urbanísticas y una asumida permisividad social han favorecido, en gran medida, ese fenómeno urbanizador.
Se han consolidado las estructuras polinucleares de las aldeas principales y paralelamente han aparecido 
lugares (urbanizaciones) intercalados y han proliferado las nuevas construcciones en las proximidades de las principales vías de comunicación.

Esta dinámica urbanizadora, espontánea en sus inicios, no se ha acompañado de la identificación de las vías sobre las que se asentaron los nuevos poblamientos, que en muchos casos han sido incluídos como parte de los preexistentes.
Deben, sin embargo, delimitarse de manera clara, tal como marca la legislación vigente en la materia, la extensión de los núcleos tradicionales de poblamiento y dar nombre a los nuevos.

Los cambios en los usos socio-económicos hacen que sea acuciante la identificación de caminos, lugares y rueiros sobre los que se han estructurado y consolidado nuevas edificaciones.

Identificación y recuperación del patrimonio existente

La toponimia y la microtoponimia de estos espacios ahora urbanizados refleja sus tradicionales usos agrarios, referencias a la vegetación dominante, la existencia de manantiales, pequeños cursos de agua o la tipología del terreno.
A la hora de concretar y delimitar un nomenclátor de caminos y lugares de un espacio tradicionalmente rural, debe tenerse muy en cuenta la riqueza toponímica existente y el uso que los residentes hacen de los topónimos. Para ello, es indispensable abrir un proceso participativo que implique a la población local.

Se debe optar por el mantenimiento del nombre tradicional a fin de preservar ese bien patrimonial. Es necesario promover la utilización de nombres asimilables, carentes de rechazo social, consolidar topónimos que aún usándose por los vecinos no figuren en las reseñas estadísticas, hacer perdurables los usos lingüísticos propios de la comarca y evitar la asimilación de formas ajenas a la tradición lingüística más próxima.

Deben seguirse criterios de racionalidad y congruencia a la hora de definir los límites del callejero, adecuando la estructura del nomenclátor al modelo de organización tradicional del territorio.

Es un trabajo necesario e ingente que precisa de un consenso social, que sin lugar a dudas debe promoverse desde la administración local, dando satisfacción a las demandas del nuevo modelo socio-económico consolidado en el territorio.

José Ángel Sánchez López
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